Una vez más el occidente busca reafirmar su dominio histórico sobre el resto del mundo. La guerra en Asia del sur no es sólo para conseguir los recursos energéticos en beneficio propio, sino que como en Pakistán, es también para controlar que los demás países en ascenso no tengan la oportunidad de superarlos como potencia global.
Con la excusa de la caída de las
Torres Gemelas, comenzó la búsqueda de un nuevo enemigo para occidente, y bajo la máscara del terrorismo, Afganistán y Pakistán sufren las consecuencias. En los últimos meses, las incursiones, en su mayoría norteamericanas, se han incrementado a gran escala.
“Pakistán está encadenado a una guerra por el control de los recursos energéticos del planeta, con el objetivo de negar el acceso a ellos a otros actores con presencia global similares al de Estados Unidos como Rusia, China o India”, explicó a
Tablero en Guerra, el analista político especializado en la región,
Horacio Calderón.
De todas maneras, Pakistán no sólo es un atractivo por sus recursos naturales y humanos, sino por su rol de puente entre occidente y oriente, por haber sido una colonia británica sin dejar de lado sus tradiciones y costumbres islámicas.
Tras el asesinato de la líder
Benazir Bhutto, la polémica renuncia del ex presidente y dictador Pervez Musharraf, y los varios intentos de terroristas de acabar con el gobierno del actual presidente,
Asif Ali Zardari (viudo de Bhuto), quien tiene antecedentes de corrupción, se hace evidente la inestabilidad de un país nuevamente democrático, tras nueve años de dictadura.
Ocho años atrás, Pakistán se alió con Estados Unidos bajo el lema de la “lucha contra el terrorismo”, en la
guerra de Afganistán. Hoy, a pesar del avance y bombardeo estadounidense hacia la frontera pakistaní, las relaciones entre ambos no sufrieron grandes cambios. “Tenemos buenas relaciones con Estados Unidos, pero cuando hay democracia en un país significa que es un gobierno del pueblo, es por eso que Pakistán no va a ser sumiso a Washington”, aclaró el jefe de Chancillería de Pakistán en la Argentina,
Naeem Khan Yousafzai.
En los últimos años, y a pesar de ser el nuevo
Premio Nobel de la Paz, el presidente del país hegemónico, Barack Obama, sigue bombardeando Pakistán con la misma intensidad que lo hacía su antecesor, George Bush. Además el ejercito paquistaní continúa su guerra, que ya lleva miles de muertos, en Afganistán contra los talibanes.
Casi a principio de año, en un discurso ante una sesión conjunta del parlamento y Senado en Islamabad, Zardari dijo que la oferta de ayuda para el desarrollo de las áreas fronterizas avalaba su propia doctrina para contrarrestar el extremismo. Advirtió que, aunque Pakistán luchará contra ese flagelo, protegerá su soberanía, pero no criticó directamente los ataques con misiles que disparan las fuerzas
estadounidenses contra supuestos militantes en su territorio como lo ha hecho en ocasiones anteriores.
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